martes, 21 de junio de 2016

PRINCE


Soy consciente de que PRINCE no caía muy bien, algo por otra parte muy entendible, y concretamente en sus visitas a España sacó lo peor de sí mismo como divo, y quizás ello explique la tibia reacción ante la noticia de su desaparición terrenal, al menos en España. Pero creo que los genios no vienen a este mundo “a caernos bien”, ni a que les disfrutemos como personas.
Es harto complicado ser un genio como artista y a la vez ser una "persona genial", y además gestionar adecuadamente los engorrosos asuntos del "business".
A nivel personal, cierta clase de "simpatía" me descorazona, en cambio, algunas actitudes desagradables despiertan toda mi admiración. 
¡Que empacho de artistas pop en los que su “simpatía personal” y políticamente correcta está muy por encima de sus dones artísticos! Y a la vez, ¡Que hartazgo de cantantes pseudo- talentosos en los que su pretendido “genio artístico” se encuentra muy por debajo de su ego personal !
Asistimos al final de una era, la de los auténticos genios de la música popular.
“Purple Rain” ¡Que canción! Me sigue removiendo, más de treinta años después de haberla escuchado por vez primera, emociones difíciles de precisar, una extraña mezcla de tristeza gratificante para el espíritu, ya que los genios y lo que producen con sus manifestaciones, siempre son difíciles de aprehender. La canción, fusiona de manera magistral el gemido del Blues, la espiritualidad del Góspel, la fuerza del rock, y la melodía pop. Exactamente lo mismo, personifica el tipo que la canta, un gigante musical de tan sólo 1,57 cm de estatura, y vestido de “esa guisa”, cruce perfecto entre LITTLE RICHARD, JAMES BROWN, y JIMI HENDRIX, con una puesta en escena tan efectista como efectiva desde el punto de vista del dramatismo escénico.
PRINCE, o como demonios quisiera llamarse, genio revolucionario pleno de la mejor tradición, que moldearía el signo de los tiempos que le toco vivir con sonidos y ritmicas deslumbrantes. Uno de aquellos que siempre son los mejores, los mismos que nos abandonan muy pronto, dejándonos con una sensación de inconsolable orfandad


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